24 de junio de 2007

Breve historia nocturna de ballenas, en cuatro partes (II)

Get this widget Share Track details


(Imprescindible reproducir la música para ambientar la lectura)



Aquella misma tarde les trajo la corriente de agua un gran banco de plancton, ¡qué momento de alegría el verlo llegar!

Todas se dispusieron para abalanzarse sobre aquel banquete y disfrutar de él. Querían la parte del centro, mucho más densa y rica en alimento. Fue entonces cuando vieron a Zetus renunciar y dirigirse a una de las zonas marginales, mucho más pobres.

Aquello fue una dura lección para su ego, una lección que nunca olvidarían.

Sucedieron más cosas aquella tarde, aquella noche. Zetus se mostraba preocupado, con un gran temor. Instó a todo el grupo a que vigilaran con él, atentos escuchando; debía presentir algún peligro. Pero todo parecía tranquilo, con total normalidad.

Como suelen ocurrir las calamidades, se presentan de la forma más insospechada. Cuando la mayoría estaban descuidadas apareció un miembro del grupo, un ballenato que había seguido el banco de plancton y se había alejado hacia la costa. Ahora regresaba terriblemente asustado y perseguido por un barco. ¡La gran amenaza!

El pánico comenzó a contagiarse de una ballena a otra. Empezaron a nadar en todas la direcciones, chocando unas contra otras hasta acabar apelotonadas. Nuestro ballenato conoció en ese momento lo que era el miedo verdadero, miedo a la muerte. La angustia se podía palpar, se respiraba.

Entonces, en medio del caos, cuando todos esperaban que el siniestro arpón hiciera impacto en sus lomos y las hiciera morir lentamente en la superficie… Zetus se cruzó a corta distancia delante del barco; captó así toda su atención y lo alejó de la manada.

Aquello podía costarle la vida, podía ser el fin de esta historia de ballenas y barcos. Su guía se estaba entregando por ellas, por sus vidas. Ninguna era tan importante como para hacer aquello, ninguna se lo impidió.

Raquel García Alonso y Daniel Romero Fuentes

1 comentario:

Anónimo dijo...

mira las fotos q te envié al correo, melón