8 de abril de 2007

Calle Melancolía

Pascua de 1990. Mi primera pascua. Asistí a ella porque me invitaron, más para cambiar de aires y pasármelo bien que para otra cosa. Por entonces jamás imaginé que aquellos cuatro días cambiarían mi vida.
Lo recuerdo muy bien: en la introducción a pascua hicieron una dinámica que consistía en situarnos en nuestra vida con tres canciones: Todo a pulmón de Miguel Ríos, Barco a Venus de Mecano, Fábula de los tres hermanos de Silvio Rodríguez y Calle Melancolía de Sabina. ¿Vais adivinando con cuál me identifiqué yo?
Después de diecisiete años y de estos cuatro días que han pasado sin pena ni gloría, me sigo identificando con la misma canción. Sí, ya sé que en la vida hay un tiempo para todo, que una estación pasa de largo para dejar que otra comience, que un ciclo termina dando paso al siguiente, pero ¡vaya una mierda! ¡Cuanto me gustaría volver a vivir estos días como lo hacíamos entonces y que mi Celia también disfrutara de la ocasión! Varios de vosotros me habéis felicitado la Pascua e incluso me habéis dado las gracias por los pequeños granos de tierra firme de este blog, y yo os lo agradezco de todo corazón, pero después pienso: ¿de verdad estamos en Pascua? Ya ni me lo parece. Por eso, si hoy repitiera esa dinámica, diría que durante estos días yo habito sin remedio en la calle Melancolía:

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Como quien viaja a lomos de una yegua sombría,
por la ciudad camino, no preguntéis adónde.
Busco acaso un encuentro que me ilumine el día,
y no hallo más que puertas que niegan lo que esconden.
Las chimeneas vierten su vómito de humo
a un cielo cada vez más lejano y más alto.
Por las paredes ocres se desparrama el zumo
de una fruta de sangre crecida en el asfalto.
Ya el campo estará verde, debe ser Primavera,
cruza por mi mirada un tren interminable,
el barrio donde habito no es ninguna pradera,
desolado paisaje de antenas y de cables.
Vivo en el número siete, calle Melancolía.
Quiero mudarme hace años al barrio de la alegría.
Pero siempre que lo intento ha salido ya el tranvía
y en la escalera me siento a silbar mi melodía.
Como quien viaja a bordo de un barco enloquecido,
que viene de la noche y va a ninguna parte,
así mis pies descienden la cuesta del olvido,
fatigados de tanto andar sin encontrarte.
Luego, de vuelta a casa, enciendo un cigarrillo,
ordeno mis papeles, resuelvo un crucigrama;
me enfado con las sombras que pueblan los pasillos
y me abrazo a la ausencia que dejas en mi cama.
Trepo por tu recuerdo como una enredadera
que no encuentra ventanas donde agarrarse, soy
esa absurda epidemia que sufren las aceras,
si quieres encontrarme, ya sabes dónde estoy.
Vivo en el número siete, calle Melancolía.
Quiero mudarme hace años al barrio de la alegría.
Pero siempre que lo intento ha salido ya el tranvía
y en la escalera me siento a silbar mi melodía.
Joaquín Sabina

2 comentarios:

Miguel Ángel Núñez Paz dijo...

Entre las canciones estaba también la "Fábula de los tres hermanos" de Silvio Rodríguez; una puntualización leve, pero es que a mí me dió para unos añitos de reflexión. Maravillosas canciones las cuatro!

Salva dijo...

Esa no la recuerdo yo. La descargaré a ver...