Un poquito de humor para alegrarnos el lunes...
23 de abril de 2007
20 de abril de 2007
Mi mejor foto Navalguijense
VENGO AQUÍ
Vengo aquí, mi Señor
a olvidar las prisas de mi vida,
ahora sólo importas Tú
dale la paz a mi alma.
Vengo aquí, mi Señor
a encontrarme con tu paz que me serena,
ahora sólo importas Tú
dale tu paz a mi alma.
Vengo aquí, mi Señor
a que en mí lo transformes todo nuevo
ahora sólo importas Tú
dale tu paz a mi alma.
Vengo aquí, mi Señor
a pedirte que me digas tu proyecto
ahora sólo importas Tú
dale la paz a mi alma.
Vengo aquí, mi Señor.
16 de abril de 2007
Dios está ahí fuera
(Un pequeño cuento de Anthony de Mello para consuelo de los que, como yo, nunca van a misa)
Érase una vez una mujer muy devota y llena de amor de Dios. Solía ir a la iglesia todas las mañanas, y por el camino solían acosarla los niños y los mendigos, pero ella iba tan absorta en sus devociones que ni siquiera los veía. Un buen día, tras haber recorrido el camino acostumbrado, llegó a la iglesia en el preciso momento en que iba a comenzar el culto. Empujó la puerta, pero ésta no se abrió. Volvió a empujar, esta vez con más fuerza, y comprobó que la puerta estaba cerrada con llave. Afligida por no haber podido asistir al culto por primera vez en muchos años, y no sabiendo qué hacer, miró hacia arriba… y justamente allí, frente a sus ojos, vio una nota clavada en la puerta con una chincheta. La nota decía: “Estoy ahí fuera”.
12 de abril de 2007
Recuerdos de la última pascua
Recupero para vosotros unas líneas que escribí hace casi diez años, después de la pascua de 1997 (Uf, qué viejo me estoy haciendo...):
Echo de menos el sonido de una guitarra, el rumor del río entre los árboles, el susurro del viento en las montañas, palabras que hablan de Dios...
Echo en falta la brisa y la luz tibia de la mañana, la luna llena entre las ramas, un cometa que surca el universo, el cielo con infinitas estrellas...
Añoro aquellos abrazos, aquellas sonrisas, aquellas miradas...
Siento nostalgia por el amor, la alegría, la ilusión...
Estoy enfermo de melancolía porque aquí no puedo ver a Dios con la nitidez que lo hice allí, no puedo ser ni la mitad de alegre que era allí, no sé amar como lo hice allí...
Pero ha de ser así, he de aprender a vivir mi vida como lo hice durante esos cuatro días, sólo que aquí es tan difícil...
10 de abril de 2007
Historia de una semilla afortunada
(Introducción al bautismo, pascua de 2000)
NARRADOR (N): Se vivía bien en aquel granero: había sombra, el ambiente era fresco y seco y todas las semillas convivían en paz y armonía.
CORO (C): SOIS LA SEMILLA QUE HA DE CRECER. SOIS ESTRELLA QUE HA DE BRILLAR. SOIS LEVADURA, SOIS GRANO DE SAL, ANTORCHA QUE HA DE ALUMBRAR.
N: Pero un día, la monótona comodidad del grano amontonado desapareció de repente con una brusca sacudida. Y la semilla empezó a gritarle a Dios...
SEMILLA (S): ¿Qué pasa? ¿Adónde vamos? ¡Todo se está moviendo! ¡Yo no quiero irme de aquí! ¡Maldita sea!
N: La sombra del granero se transformó en una deslumbrante luz que daba mucho calor. La mayoría de las semillas fueron pasando por una máquina que las recubría de un polvo de color rojo que servía para ahuyentar los insectos. Otras, en cambio, fueron devoradas por las aves, y el resto tuvo quizá un final peor. Pero nuestra semilla aún no sabía que estaba entre las afortunadas y gritaba cada vez más fuerte.
S: ¿Qué es toda esta suciedad? ¡¡No me gusta!! ¿Es así como Dios trata a sus criaturas?
N: Después de ser sulfatada, la semilla fue almacenada en sacos que los granjeros cargaron en el remolque de un tractor. Algunos sacos tenían agujeros y cientos de granos se perdieron en el camino, pero la inmensa mayoría fue transportada a un inmenso terreno arado en impecables surcos. La tierra era muy buena y además había sido tratada con los mejores fertilizantes de la cooperativa agrícola. El grano fue depositado en la sembradora, que dejaba caer las semillas en los surcos y la cubría después con tierra.
C: SOIS LOS AMIGOS QUE QUISE ESCOGER; SOIS PALABRA QUE INTENTO GRITAR. SOIS AGUIJÓN Y CARICIA A LA VEZ, TESTIGOS QUE VOY A ENVIAR.
S: Dios mío, ¡qué oscuridad! ¿Dónde estoy ahora? ¿Dónde están mis amigas? ¿Por qué he de pasar por esto? ¡¡¡Socorroooo!!!
N: Pasó el tiempo, y la semilla empezó a notar que su vida se apagaba. Llegó el invierno y las terribles heladas de sus noches.
S: Brrrrr... Hace un frío que pela... Con lo feliz que era yo en mi granero, y Tú, Padre tuviste que traerme a morir congelada en este lugar oscuro y maloliente. ¿Esto es la justicia? ¿Esto es la caridad?
N: Cuando terminaba el invierno y las noches comenzaban a ser menos frías llegó la lluvia. Hubo largas temporadas en las que no cesó de llover y la tierra estaba completamente empapada de agua.
S: Mi muerte se acerca, me estoy pudriendo lentamente y ese Dios que llaman todopoderoso no escucha mis súplicas o no desea escucharlas. Ya no confiaré más en Él...
C: SOIS LA MAÑANA QUE EMPIEZA A ANACER. SOIS ESPIGA QUE EMPIEZA A GRANAR. SOIS UNA LLAMA QUE HA DE ENENDER RESPLANDORES DE FE Y CARIDAD.
N: La primavera vino acompañada de un sol que resultaba agradable después de tanto frío, pero que más tarde cobró fuera llegando a calentar la tierra hasta tal punto que la temperatura se hacía insoportable.
S: Tras el terrible frío, este calor abrasador... ¿Qué vendrá después? ¡Me rindo! Ya no merece la pena luchar para vivir así. Me entregaré a la muerte, que será el alivio a mi dolor.
C: Canto - No amarrar, sí pudrir
Como la semilla que se rompe al pudrir
han de ser las vidas que se entregan al Señor.
No esperemos nunca dar la vida sin morir,
nada hay que se rompa sin que duela el corazón.
Como la semilla que se rompe al pudrir
han de ser las vidas que se entregan al Señor.
No esperemos nunca dar la vida sin morir,
nada hay que se rompa sin que duela el corazón.
¡Oh, Señor! que me fije en tu vivir,
mi oración que me acerque hasta ti,
no sabré quién has sido sin sufrir, ¡Oh, Señor!
No pretendas nunca amarrar cosas de Dios,
pues Jesús tan sólo dijo: “Id y predicad”.
Si las amarramos proclamamos nuestro yo
y nuestra misión tan sólo es la de sembrar.
No pretendas nunca amarrar cosas de Dios,
pues Jesús tan sólo dijo: “Id y predicad”.
Si las amarramos proclamamos nuestro yo
y nuestra misión tan sólo es la de sembrar.
Y regar todo aquello que planté,
no olvidar que en su nombre yo sembré
y al sembrar en Jesús los liberé, ¡Oh Señor!
han de ser las vidas que se entregan al Señor.
No esperemos nunca dar la vida sin morir,
nada hay que se rompa sin que duela el corazón.
Como la semilla que se rompe al pudrir
han de ser las vidas que se entregan al Señor.
No esperemos nunca dar la vida sin morir,
nada hay que se rompa sin que duela el corazón.
¡Oh, Señor! que me fije en tu vivir,
mi oración que me acerque hasta ti,
no sabré quién has sido sin sufrir, ¡Oh, Señor!
No pretendas nunca amarrar cosas de Dios,
pues Jesús tan sólo dijo: “Id y predicad”.
Si las amarramos proclamamos nuestro yo
y nuestra misión tan sólo es la de sembrar.
No pretendas nunca amarrar cosas de Dios,
pues Jesús tan sólo dijo: “Id y predicad”.
Si las amarramos proclamamos nuestro yo
y nuestra misión tan sólo es la de sembrar.
Y regar todo aquello que planté,
no olvidar que en su nombre yo sembré
y al sembrar en Jesús los liberé, ¡Oh Señor!
N: Pero lo que ella creía que iba a ser su triste final no era sino una maravillosa metamorfosis. Y de la terrible sensación de la agonía pasó a experimentar un bienestar que antes nunca había conocido. Tras corromperse, la primera expresión de su nuevo ser había brotado. El agua que antes pareciera cruel verdugo era ahora fuente de vida, y el calor que ayer abrasaba hoy le ayudaba a crecer en busca de la luz. Y así, un hermoso día de primavera vio nacer la diminuta hoja de hierba en medio de un inmenso campo reverdecido.
C: Canto - Si no muero por ti
N: Fue entonces cuando la semilla transformada en espiga conoció la renuncia que se debe hacer a las cosas del mundo para poder nacer de nuevo en la verdad.
S: Gracias Señor por usar mi vida y transformarla para llenarla de luz. No te defraudaré.
N: Y colorín colorado, este cuento sólo ha comenzado...
¡¡¡Ahora empieza tu papel!!!
8 de abril de 2007
Calle Melancolía
Pascua de 1990. Mi primera pascua. Asistí a ella porque me invitaron, más para cambiar de aires y pasármelo bien que para otra cosa. Por entonces jamás imaginé que aquellos cuatro días cambiarían mi vida.
Lo recuerdo muy bien: en la introducción a pascua hicieron una dinámica que consistía en situarnos en nuestra vida con tres canciones: Todo a pulmón de Miguel Ríos, Barco a Venus de Mecano, Fábula de los tres hermanos de Silvio Rodríguez y Calle Melancolía de Sabina. ¿Vais adivinando con cuál me identifiqué yo?
Después de diecisiete años y de estos cuatro días que han pasado sin pena ni gloría, me sigo identificando con la misma canción. Sí, ya sé que en la vida hay un tiempo para todo, que una estación pasa de largo para dejar que otra comience, que un ciclo termina dando paso al siguiente, pero ¡vaya una mierda! ¡Cuanto me gustaría volver a vivir estos días como lo hacíamos entonces y que mi Celia también disfrutara de la ocasión! Varios de vosotros me habéis felicitado la Pascua e incluso me habéis dado las gracias por los pequeños granos de tierra firme de este blog, y yo os lo agradezco de todo corazón, pero después pienso: ¿de verdad estamos en Pascua? Ya ni me lo parece. Por eso, si hoy repitiera esa dinámica, diría que durante estos días yo habito sin remedio en la calle Melancolía:
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Como quien viaja a lomos de una yegua sombría,
por la ciudad camino, no preguntéis adónde.
Busco acaso un encuentro que me ilumine el día,
y no hallo más que puertas que niegan lo que esconden.
Las chimeneas vierten su vómito de humo
a un cielo cada vez más lejano y más alto.
Por las paredes ocres se desparrama el zumo
de una fruta de sangre crecida en el asfalto.
Ya el campo estará verde, debe ser Primavera,
cruza por mi mirada un tren interminable,
el barrio donde habito no es ninguna pradera,
desolado paisaje de antenas y de cables.
Vivo en el número siete, calle Melancolía.
Quiero mudarme hace años al barrio de la alegría.
Pero siempre que lo intento ha salido ya el tranvía
y en la escalera me siento a silbar mi melodía.
Como quien viaja a bordo de un barco enloquecido,
que viene de la noche y va a ninguna parte,
así mis pies descienden la cuesta del olvido,
fatigados de tanto andar sin encontrarte.
Luego, de vuelta a casa, enciendo un cigarrillo,
ordeno mis papeles, resuelvo un crucigrama;
me enfado con las sombras que pueblan los pasillos
y me abrazo a la ausencia que dejas en mi cama.
Trepo por tu recuerdo como una enredadera
que no encuentra ventanas donde agarrarse, soy
esa absurda epidemia que sufren las aceras,
si quieres encontrarme, ya sabes dónde estoy.
Vivo en el número siete, calle Melancolía.
Quiero mudarme hace años al barrio de la alegría.
Pero siempre que lo intento ha salido ya el tranvía
y en la escalera me siento a silbar mi melodía.
por la ciudad camino, no preguntéis adónde.
Busco acaso un encuentro que me ilumine el día,
y no hallo más que puertas que niegan lo que esconden.
Las chimeneas vierten su vómito de humo
a un cielo cada vez más lejano y más alto.
Por las paredes ocres se desparrama el zumo
de una fruta de sangre crecida en el asfalto.
Ya el campo estará verde, debe ser Primavera,
cruza por mi mirada un tren interminable,
el barrio donde habito no es ninguna pradera,
desolado paisaje de antenas y de cables.
Vivo en el número siete, calle Melancolía.
Quiero mudarme hace años al barrio de la alegría.
Pero siempre que lo intento ha salido ya el tranvía
y en la escalera me siento a silbar mi melodía.
Como quien viaja a bordo de un barco enloquecido,
que viene de la noche y va a ninguna parte,
así mis pies descienden la cuesta del olvido,
fatigados de tanto andar sin encontrarte.
Luego, de vuelta a casa, enciendo un cigarrillo,
ordeno mis papeles, resuelvo un crucigrama;
me enfado con las sombras que pueblan los pasillos
y me abrazo a la ausencia que dejas en mi cama.
Trepo por tu recuerdo como una enredadera
que no encuentra ventanas donde agarrarse, soy
esa absurda epidemia que sufren las aceras,
si quieres encontrarme, ya sabes dónde estoy.
Vivo en el número siete, calle Melancolía.
Quiero mudarme hace años al barrio de la alegría.
Pero siempre que lo intento ha salido ya el tranvía
y en la escalera me siento a silbar mi melodía.
Joaquín Sabina
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