24 de febrero de 2007







INVITACIÓN
AL
SILENCIO








Imagínate que estás solo.

Tú solo con Jesús. No hay nadie. Solos Él y tú.

Ahora puedo realmente hablar con Él:

Pregúntale cómo está, cuéntale cómo estás tú,...

Él va a hablarte de su dolor, de su llanto,...

Pero este diálogo contradictoriamente necesita Silencio,

para escucharle necesitas un silencio hondo, profundo, de corazón.

Busca dentro de ti...

Jesús lanza un gran grito... Sólo podrás oírlo desde el silencio...

Mantén esta premisa durante todo el camino...

Jesús te lo agradecerá.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Siempre nos han dicho que Dios está en todas partes, pero pienso que está sobre todo en la soledad, en el silencio, en el sufrimiento, en el dolor, en el miedo... Y también en la montaña, en el río, en la luna, en los caminos, en las praderas... Ahí es donde yo lo he sentido más cerca... De forma muy fugaz, durante un breve lapso de tiempo. La sensación que experimenté es difícil de describir, pero la resumirían bien palabras como alegría, fortaleza, ilusión, esperanza y, por encima de todo, PAZ. Todo ello a pesar de que las circunstancias me empujaran precisamente a sentir lo contrario. ¿Era eso Dios? Tal vez sí o tal vez no. A mí me lo parecía. Creía tenerlo, deseaba atraparlo y cuando quería darme cuenta se me había escapado como agua entre los dedos. Claro que de eso hace ya bastante tiempo.

Miguel Ángel Núñez Paz dijo...

No sé, Salva, creo que no podemos tratar de racionalizarlo.
El secreto que nos acercaba a Dios era la confianza en lo que escuchábamos y sentíamos, eso nos producía la sensación de apertura que el corazón debe tener para recibir Sus caricias. Él está ahí, no me cabe la menor duda, pero necesita el silencio del alma para que le oigamos pasar.
A mí también me encantaría volver a sentirlo como entonces, le echo tanto de menos... aunque también a los momentos de amistad pura, en estado bruto y natural.