24 de noviembre de 2008

Fuego


Cada vez que observo las llamas de un fuego inevitablemente me vienen al recuerdo otros días y otros fuegos que me acercaron a Dios.

Dios es como esas llamas que observas y te dejan hipnotizado, que intentas atraparlas pero te resulta imposible, siempre se escapan. No puedes cogerlas con las manos porque te abrasan, y al final siempre se terminan apagando.

Sé bien que aquella llama que dio calor y luz a mi vida hace ya tiempo que se extinguió...

También sé que bajo las cenizas aún quedan brasas encendidas esperando ser reavivadas... Tal vez algún día encuentre el fuelle y los leños secos con los que volver a prender el fuego que un día ardió.



1 comentario:

Anónimo dijo...

Pues yo cuando veo un fuego me dan ganas de apagarlo, porque soy bombero...